jueves, 14 de marzo de 2024

UCDM. Libro de Ejercicios. Lección 74

LECCIÓN 74

No hay más voluntad que la de Dios.


1. La idea de hoy se puede considerar como el pensamiento cen­tral hacia el cual se dirigen todos nuestros ejercicios. 2La Volun­tad de Dios es la única Voluntad. 3Cuando hayas reconocido esto, habrás reconocido que tu voluntad es la Suya. 4La creencia de que el conflicto es posible habrá desaparecido. 5La paz habrá reemplazado a la extraña idea de que te atormentan objetivos conflictivos. 6En cuanto que expresión de la Voluntad de Dios, no tienes otro objetivo que el Suyo.

2. La idea de hoy encierra una gran paz, y lo que los ejercicios de hoy se proponen es encontrarla. 2La idea en sí es completamente cierta. 3Por lo tanto, no puede dar lugar a ilusiones. 4Sin ilusio­nes, el conflicto es imposible. 5Tratemos hoy de reconocer esto y de experimentar la paz que este reconocimiento nos brinda.

3. Comienza las sesiones de práctica más largas repitiendo lenta­mente los pensamientos que siguen a continuación varias veces, con la firme determinación de comprender su significado y de retenerlos en la mente:

2No hay más voluntad que la de Dios. 3No puedo estar en conflicto.

4Dedica entonces varios minutos a añadir pensamientos afines, tales como:

5Estoy en paz.
6Nada puede perturbarme. 7Mi voluntad es la de Dios.
8Mi voluntad y la de Dios son una.
9La Voluntad de Dios es que Su Hijo esté en paz.

10Durante esta fase introductoria, asegúrate de hacerle frente en seguida a cualquier pensamiento conflictivo que pueda cruzar tu mente. 11Di de inmediato:

12No hay más voluntad que la de Dios.
13Estos pensamientos conflictivos no significan nada.

4. Si algún asunto parece ser muy difícil de resolver, resérvalo para un examen más detenido. 2Piensa en él brevemente, aunque de manera muy concreta, identificando la persona o personas en cuestión y la situación o situaciones de que se trate, y di para tus adentros:

3No hay más voluntad que la de Dios. 4Yo la com­parto con Él.
5Mis conflictos con respecto a _____ no pueden ser reales.

5. Después de que hayas despejado tu mente de esta manera, cierra los ojos y trata de experimentar la paz a la que tu realidad te da derecho. 2Sumérgete en ella y siente como te va envolviendo. 3Puede que te asalte la tentación de confundir estas prácticas con el ensimismamiento, pero la diferencia entre ambas cosas es fácil de detectar. 4Si estás llevando a cabo el ejercicio correctamente, sentirás una profunda sensación de dicha y mayor agudeza men­tal en vez de somnolencia y enervamiento.

6. La paz se caracteriza por la dicha. 2Cuando experimentes dicha sabrás que has alcanzado la paz. 3Si tienes la sensación de estar cayendo en el ensimismamiento, repite la idea de hoy de inmediato y luego vuelve al ejercicio. 4Haz esto cuantas veces sea necesario. 5Es ciertamente ventajoso negarse a buscar refugio en el ensimismamiento, aun si no llegas a experimentar la paz que andas buscando.

7. En las sesiones más cortas, que hoy se deben llevar a cabo a intervalos regulares previamente determinados, di para tus adentros:

2No hay más voluntad que la de Dios. 3Hoy busco Su paz.

4Trata entonces de hallar lo que buscas. 5Dedicar uno o dos minu­tos cada media hora a hacer este ejercicio -con los ojos cerrados a ser posible- será tiempo bien empleado.


¿Qué me enseña esta lección?

Tomar consciencia de esta verdad nos lleva al autoconocimiento. Hemos recordado lo que habíamos olvidado. Nos reconocemos como Hijos de Dios, creado a Su Imagen y Semejanza. Hoy reclamamos nuestra herencia y exclamamos: ¡Padre, Hágase Tu Voluntad!

Hoy tenemos la certeza, de que no es posible servir a otro propósito que aquel que Dios nos ha encomendado, que aquel para el que hemos sido creados: Expresar la Unidad y el Amor que somos, de una manera Inteligente, expandiéndonos a través de nuestros hermanos, con los que formamos una sola Filiación.

Hoy tenemos la certeza, de cuál es nuestra función en este mundo temporal e ilusorio y lo disponemos todo para servir al Plan de Salvación haciendo uso del perdón.

El ego es un triste imitador que pretende ejercer el dominio sobre sí mismo, sin embargo, su voluntad está en manos de la voz de los instintos y de la percepción de los sentidos. 

En la medida que el ego siente miedo y permanece en la creencia de que está separado de Dios, intenta por todos los medios ser dueño de su voluntad, aunque no la utiliza para guiar su vida, sino que se entrega en manos de los deseos, de los sentimientos y de las ilusiones. Este comportamiento, tan sólo trata de suplantar a la verdadera Voluntad del Padre, y nos lleva a experimentar el conflicto, pues sus intereses hacen sobrevivir la ilusión, pues ésta es su único sustento.

¡En tus manos me encomiendo, Padre! Allí donde vaya, Estás conmigo y Tu Presencia me llena de gozo y de dicha.

¡Ya no tengo miedo!


Ejemplo-Guía: ¿Qué mundo ha fabricado tu ego que te priva de la felicidad y del gozo?

Sin contestamos esta pregunta desde la honestidad, coincidiremos en lo esencial, el mundo que hemos fabricado, es la copia exacta de nuestros deseos y éstos están basados en el miedo, por lo que no podremos disfrutar del gozo y de la dicha que nuestra falsa identidad añora.

Analicemos el mundo que nos rodea. Desde que nacemos nos enseñan que en esta vida nadie te da nada gratis, lo que significa que tenemos que aprender a sobrevivir, que no es lo mismo que vivir.

El sobrevivir lleva implícita una exigencia, trabajar. Si no trabajamos no recibiremos los medios que nos permitirán satisfacer nuestros deseos. Este mandato está tan arraigado en nuestras creencias, que se convierte en el estándar que rige nuestras relaciones y nuestra comunicación con el mundo. 

El mundo de la sobrevivencia, se caracteriza por el deseo de obtener, de poseer, de poder. Pero son precisamente estas características las que se convierten en los obstáculos que nos impedirán ser felices. ¿Por qué?

Sencillamente, porque esos logros son efímeros y lo son por la sencilla razón de que responden al mundo de la ilusión, el mundo de lo material. Ese mundo está llamado al permanente cambio y esa ley natural se convierte en un castigo para el hombre, que conocedor de esa característica pretende por todos los medios, acumular bienes y poder, para que cuando llegue la fase de las pérdidas, no se vea sin ellos.

La vida, vivida desde el ego, es un permanente tormento donde el miedo es el principal protagonista. Su lema es, no doy para conservar. Pero si no se da, no se recibe. Cuando tengo, en vez de ser feliz, tengo miedo de perderlo. En el mundo de los afectos, ocurre igual, persigo el amor de mi vida, pues pienso que me hará feliz. Cuando conquisto ese amor, comienza, igualmente, el miedo a perder lo que he conseguido y considero de mi pertenencia. Podemos decir, que el mundo del sobrevivir, es el mundo del bien-estar. Pero el verdadero mundo es aquel que nos permite vivir, es el mundo del bien-ser.

Desde el mundo del bien-ser, la vida se vive viviendo, es decir, desde la más profunda aceptación, fruto de la confianza en la vida. Esto es así, pues reconocemos que la vida, es la Voluntad de Dios. Nosotros somos la vida y, por ello, somos la Voluntad de nuestro Creador. Él Es nuestro sustento. No existe otra voluntad que la Suya, y esa Voluntad es Su Hijo.
 

Como Hijo de Dios, somos Plenos y Abundantes, Vivimos la vida, desde la expansión, es decir, compartiendo nuestros dones y talentos. Cuando así lo hacemos, esa expansión nos lleva a vivir desde la Unicidad y desde el reconocimiento de que la Voluntad de Dios está presente en cada una de las voluntades de nuestros hermanos.

Ser consciente de esa verdad, llevará a la humanidad, a experimentar el gozo y la felicidad, desde la Unidad.


Reflexión: Si la Voluntad de Dios es que su Hijo esté en paz, ¿por qué no lo conseguimos?

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