domingo, 15 de mayo de 2016

La verdadera felicidad...

LA VERDADERA FELICIDAD


He y Vav, eran dos jóvenes semillas, procedentes de las Tierras de Yod, donde tenían su origen todas las semillas, de las de toda la vida.

Por aquellos entonces, el viento del Este, caprichosamente, las había situado una junta a otra, en una tierra que prometía fertilidad, permitiéndoles disfrutar de un paraje maravilloso donde crecer y desarrollar su potencial.

Las fértiles tierras le ofrecieron su seno y, ambas semillas, siguiendo su instinto natural, se cubrieron con su generoso manto.

Tanto He como Vav, se sentían satisfecha y ello propició que al poco tiempo creciesen firmes y saludables. Prometían convertirse en árboles frondosos y fecundos de cuyos frutos muchos se beneficiarían.

Cierto día, cuando la primavera invitaba a la savia que recorría libremente cada una de las ramas, a brotar y florecer, una de las semillas, Vav, comprobó cómo sus ropajes se adornaban con bellas flores y cómo toda su presencia desprendía fragantes aromas. Sin embargo, cuando quiso compartir aquella nueva con su amiga He, se quedó sorprendida pues, las ramas de He se encontraban desnudas y colgaban languidecidas.

  • ¿Qué te ha pasado He? –preguntó Vav a su amiga-
  • Nada, no me ha pasado nada. Simplemente he tomado una decisión… -contestó He con total naturalidad-
  • ¿Una decisión? –preguntó asombrada Vav-
  • Sí, ¿acaso te sorprende que podamos decidir? –replicó He ligeramente molesta-
  • Sí… He, soy consciente de que podemos decidir. En Yod, antes de partir, nos lo dejaron muy claro. Recuerdo que nos dijeron que tomar la decisión de llevar a cabo nuestra misión, es la decisión correcta. ¿qué decisión has tomado tú?
  • ¡Ja, Ja, Ja!, qué incrédula eres. Siempre has hecho caso de las advertencias de Yod, pero, ¿no te has preguntado nunca que eres libre para tomar otras decisiones? –se mofó He, queriendo intimidar a su amiga Vav-
  • Entonces…, has decidido no crecer, ni florecer, ni dar frutos. Me pregunto si eres feliz tomando esa decisión.
  • No te dejes engañar Vav. Lo que tú llamas felicidad no es más que una ilusión. ¿Cómo puedes ser feliz sin ser libre para decidir? La verdadera felicidad es poder elegir lo que quieres ser. Yo he elegido no convertirme en un frondoso árbol, en no dar cobijo a esos pesados pájaros que me vuelven loco con sus cantos y en no servir de alimento para los demás. En cambio, seré otra cosa. Aún no se en qué me convertiré, pero me siento libre y ello me satisface.

Para Vav, aquellas palabras le entristecieron, pero comprendió que debía respetar la elección de su amiga y aquel pensamiento la reconfortó. Se dijo que siempre estaría allí para prestarle ayuda si fuese necesario.

Así pasaron los días. La renovación de las estaciones, convirtió a Vav en un hermoso árbol, cubierto de hojas y flores llamadas a convertirse en abundantes y sabrosos frutos. Sus ramas daban cobijo a multitud de huéspedes que encontraban en ellas el hogar perfecto y seguro para descansar.
Muchos aprovechaban la generosidad de Vav para improvisar sus primeros vuelos. Allí estaba siempre Vav, dispuesta para servir de apoyo cuando, en los primeros intentos, algunos de aquellos aventureros necesitaban algún improvisado asidero.

En cambio, He, apenas si había crecido unos centímetros. Sus tallos eran débiles y ya no daban muestra de elasticidad y robustez. Se habían convertido en ramas duras y secas. Ningún pájaro elegía posarse en ellas, pues se sentían inseguros y desprotegidos.
El cuerpo de He se había convertido en un nido propicio para todo tipo de parásitos, que turbaban permanentemente su paz. Cualquier muestra de felicidad sería pura ficción. En verdad, He, daba muestras de una profunda tristeza. Su desánimo, impedía que la savia recorriese el interior de sus ramas, las cuales se resquebrajaban y se partían.

He se encontraba muy enfermo y tenía miedo, aunque su orgullo le impedía reconocerlo. A pesar de ello, en su interior comenzó a reconocer que el precio de su felicidad lo había despojado de ella. Su libre elección no había sido acertada. Durante un tiempo pensó que lo fue, pero estuvo equivocado. Ahora, tenía la certeza de que su misión no era convertirse en un trozo de madera que no servía ni para leña, pues estaba infectada por multitud de bichos que apenas si se podían ver.

Miró a su amiga Vav y recordó con amargura cómo llegó a atacarla cuando sus fértiles ramas se posaron sobre él, en una invitación amorosa de levantar su ánimo.

Quería evitar sentir envidia del esplendor de su amiga y tuvo que hacer grandes esfuerzos para no contagiarle sus enfermedades.  Al final desistió. Apenas si le quedaban fuerzas para sobrevivir a aquel sentimiento de culpa que le atormentaba.

Pensó que aquel invierno sería su última estación. Deseo que no fuese así. Se dio cuenta, que con aquel deseo estaba eligiendo nuevamente. Sí, reconoció, vagamente, el recuerdo de un estímulo procedente del sentimiento de libertad que acompaña a la elección. ¿Por qué no? –se dijo-. ¿Por qué no elegir nuevamente? Pero, ¿estaría a tiempo de hacerlo o tendría que pagar el castigo de su propia decisión?

El cosquilleo propiciado por la presencia de un pájaro, despertó a He de su aletargado sueño invernal. Se sorprendió ante aquella sensación, extraña pero, al mismo tiempo, placentera. Pudo comprobar, que un nervioso gorrión se posaba alegremente entre sus ropajes. ¿Cómo podría ser eso, si en su cuerpo no había ramas? –se preguntó turbado He-

Pero se equivocó nuevamente, pues pudo comprobar que de su tronco brotaba, con una fuerza especial, una atrevida rama.
Debía ser un milagro –pensó He-. No lo entendía. Esperaba estar muerto y en cambio, la primavera había hecho brotar vida en su ser.
Sintió que en su interior emanaban sensaciones que había olvidado por completo, pero intuyó que debía tratarse de la vida, que le invitaba a tomar una decisión.

Miró a su alrededor y buscó a su amiga Vav. La encontró allí donde siempre había estado. No fue necesario hablar. La vida que recorría el interior de la tierra y que los  inundaba, los unía en aquellos momentos.

  • ¡Sí! –exclamó He-. Sea la vida. Que de mis ramas broten hojas y flores. Que todo mi ser se convierta en lo que Es.
 A partir de aquel día y por siempre, tanto He como Vav, se fundieron en su solo Ser, convirtiéndose en un nuevo Yod…, pero esa historia, la contaremos en otra ocasión
.

Fin

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