domingo, 31 de marzo de 2013

En homenaje a Draco, nuestro fiel amigo, nuestro perro...


Hoy el cielo está de fiesta…, pues el alma de mi fiel amigo, Draco, retorna a él, para fundirse en la Conciencia de su Espíritu Grupo. Estas líneas son escritas en su honor. Él se lo merecía.

Draco era nuestro perro, digo nuestro, pues ha formado parte de nuestra familia, durante 13 años. Los que saben de estas cosas, nos enseñan que los animales son nuestros “hermanos menores”. Ellos, a diferencia de los humanos, carecen del “cuerpo mental”, carecen de un espíritu individualizado, sí ese “espíritu individualizado” que nos mantiene identificados con una conciencia de separación. Esa separación, jamás ha existido entre Draco  y nosotros. Él, siempre nos ha enseñado a sentirnos parte de una familia.

He pedido a Dios, no tener que enfrentarme a la dura experiencia que supone tener que decidir poner fin a la vida de nuestro fiel amigo. Sin embargo, ese “cáliz amargo” no ha pasado de nosotros. Draco, estaba enfermo. A duras penas, ha conseguido dar unos cuantos pasos, cuando le he mostrado su cadena, la misma que ha identificado como la invitación a dar un paseo. Han sido sus últimos pasos… Con la ayuda de mi hijo, hemos conseguido trasladarlo al coche.  Confiábamos que la visita al veterinario, como otras veces, fuese suficiente para poder prestarle auxilio y aliviar su dolor.
La artrosis, en los últimos meses, ha limitado mucho su movilidad, pero aún sacaba fuerzas de su flaqueza para lanzar al mundo sus ladridos cuando intuía que debía hacerse notar.
Hoy, cuando nuestras miradas se han cruzado, ambos hemos sabido que algo no marchaba bien. Hemos intentado recuperar su espíritu luchador, invitándole a comer lo que más le gusta… sin embargo, no le ha prestado el más mínimo interés.
El veterinario, lo ha auscultado. Tiene fiebre y dolor abdominal. Sería necesario realizar una eco abdominal, para obtener un diagnóstico más seguro. Draco, nunca se ha llevado bien con el veterinario…, de vez en cuando un gruñido, nos lo recordaba, sacando fuerzas de donde no las había. Draco tenía raza…, era un rottweiler y tenía un gran corazón.
La ecografía fue reveladora…, uno de sus riñones no se conseguía apreciar por el acúmulo de masas. Su bazo, también presentaba importantes trastornos y parte de su hígado, mostraba una serie de manchas que indicaban la existencia de que el tumor se había extendido. El diagnóstico era poco esperanzador…
Tenemos que agradecer al veterinario, la delicadeza con la que supo trata la situación. Nos invitó a quedar a solas unos minutos para que pudiéramos tomar una decisión en la intimidad familiar. Fue entonces, cuando entendí, que aquel “cáliz amargo” tendríamos que beberlo juntos, mi esposa y yo. Esa decisión tan sólo puede ser tomada por amor. Ver a tu amigo, sufrir, padecer, sin poder ayudarle, sobrepasaba nuestra capacidad. Pedí a Dios, que me ayudase a tomar la mejor decisión, pues quería encontrar la respuesta correcta –si la había- para afrontar aquella difícil situación.
En esos momentos, lo único que puedes hacer es decir a tu amigo, “hasta pronto”. En el fondo, sabes, que se trata de una despedida en el tiempo, y ese mismo tiempo, si en tu corazón has dejado inscrito su nombre, nos ofrecerá la oportunidad de vivir un reencuentro. Intentas, hablarle con la mirada… En sus ojos te ves reflejado, desgarrado por el dolor y al mismo tiempo, con el deseo de poner fin a su agónica experiencia. Nuestras miradas, hablaban de agradecimiento, por todos y cada uno de los recuerdos compartidos. Entonces, ves cómo sus ojos te muestran gratitud, sí gratitud, en reconocimiento por todas las muestras de amor recibidas.
Mari, fue a arrojar un papel en la papelera y su rostro se iluminó con una extraña felicidad… Mira lo que pone, Juanjo, “muchas gracias”. Es como si Draco me lo estuviese diciendo. Y yo lloré, porque reconocí que en aquella anécdota, existía esa mágica complicidad que tan sólo se suele dar cuando las almas se aman de verdad y buscan compartir esa verdad.

Draco, era nuestro “hermano menor”, pero hoy, cuando revivo en mi corazón sus recuerdos, no puedo evitar sentirme muy inferior a él, pues Él, sin duda, ha sido un gran maestro en el difícil arte del amor.