miércoles, 27 de junio de 2018

Los Ángeles Sanadores: Presentación

La lectura de las obras “Los Ángeles al alcance de todos” y “Los Dioses Internos”, escritas por Kabaleb y por su hija Soleika Llop, nos permite acercarnos de una manera inspirada al conocimiento de los Ángeles y su estrecha relación con la Humanidad.

He tenido la fortuna de acceder a las enseñanzas impartidas por su autor y, sinceramente, su contenido cambió mi vida. Desde entonces, no puedo evitar sentirme “heredero” de sus enseñanzas, lo que me ha inspirado a continuar su labor difusora, profundizando en mucho de los temas por él iniciados y transmitidos.

En esta ocasión, mi propósito es presentar un breve estudio de los Ángeles especializados en los Programas de Curación. No es mi intención hacer una exposición sobre los Ángeles. Para ello, invito al lector a leer las obras referidas, pues en ellas encontrará una información sobre las Entidades Espirituales, difícil de mejorar.

Las Enseñanzas nos revelan que el Ser Supremo cuando emprendió su Obra Creadora, contó con la ayuda de Entidades Espirituales. Estas criaturas divinas pertenecían a la Oleada de Vida Angélica.
A nivel macrocósmico, el “guión cósmico” llevó a los Ángeles a protagonizar el papel de “guías-cuidadores” de una Oleada de Vida inferior a la suya, la Humana. Su misión consiste en ayudar a los hombres y en proporcionarles el conocimiento necesario para que comprendan el funcionamiento de la maquinaria cósmica.

Como bien expresa Soleika: En términos coloquiales, se les puede considerar como unos "operarios" divinos,   encargados de transmitir a la Tierra los designios del cielo, porque la divinidad no puede llegar a establecer contacto con sus infinitas creaciones si no es a través de los Ángeles”.

Conocemos, gracias a las enseñanzas cabalísticas, que Elohim, creó el Sistema Solar con el material “prestado” por los Zodiacales: El Fuego; el Agua; el Aire y la Tierra. De la labor conjunta de Elohim y los Zodiacales, quedó instituido el “escenario” donde se desarrollaría el “Gran Proceso Creador”. Esas Esencias Espirituales impregnarían Todo lo Manifestado, y se constituirían en diferentes Estados de Conciencia.
Los Ángeles se repartieron a lo largo de ese marco constituido por los Zodiacales y se especializaron en las enseñanzas implícitas en cada uno de los Cuatro Elementos.

Dichas enseñanzas han dado lugar a "Programas" específicos. Cada uno de ellos son lecciones que debemos aprender para formar nuestro pensamiento, para educar y dominar nuestros sentimientos y producir en nosotros un determinado comportamiento,  resultante de la información intelectual y de la educación, emocional recibidas.

La Divinidad, para facilitarnos la asimilación de su “alimento espiritual”, lo desmenuzó en 72 “raciones”, asignando a cada Ángel una parte de su enseñanza.

¿Por qué fueron 72?

El número 72, es un número sagrado y nos revela las cualidades encerradas en el nombre de Jehová, el Rostro Creador de la Divinidad.
Jehová en hebreo se escribe Yod-He-Vav-He.  Las letras hebreas tenían asignado tanto un fonema, como un número, así al sumar las letras YHVH éstas suman veintiséis (10-5-6-5 = 26). Sin embargo en varias fuentes talmúdicas tempranas, se menciona que al desplegar en extensión el Tetragrámaton se encuentra el nombre Divino de 72 letras, conocido como Shem ha-Mephorash . Una de las maneras de derivar el número 72 a partir del YHVH, la más simple, es recurrir al Tetrakys, el símbolo atribuido a la
divinidad en la escuela pitagórica, que consistía en un triángulo equilátero que se trazaba con diez puntos. Así en la cúspide se colocaba el Yod, en el segundo nivel el Yod-He; en el tercero el Yod-He-Vav, y en el último nivel el nombre completo Yod-He-Vav-He. Al sumar los valores de las diez letras dibujadas la suma daba setenta y dos.

Los Caldeos, un pueblo que desarrolló la astrología, tenían una base sexagesimal en su sistema de numeración y dividían la esfera zodiacal en 360 grados, los cuáles se repartían entre los doce signos astrológicos. Cada signo se podía a su vez dividir en tres decanatos y cada decanato en dos partes de cinco grados. Lo cual daba 72 subdivisiones.

Los místicos judíos eran muy dados a reflexionar profundamente en la Biblia y notaron que tres versículos consecutivos del Éxodo -19,20,21- estaban formados por 72 letras, lo que no podía ser de ninguna manera una casualidad. Así que llegaron a la conclusión de que en esos versículos se encontraban escondidos los nombres de Dios.
Para determinar cuáles eran éstos, colocaron las letras del primero de izquierda a derecha, la siguiente de derecha a izquierda y la última como al principio. Así obtuvieron 72 nombres de tres letras atribuidos a Dios.

Bien, alcanzado este punto, podemos determinar, que Dios ha puesto a nuestra disposición unas enseñanzas, recogidas en 72 asignaturas y un sistema de aprendizaje, delegado en manos de los Ángeles, cuyo objetivo es permitirnos adquirir el Conocimiento de las Leyes Divina. No olvidemos que somos "dioses en formación".

De estos 72 Programas-Asignaturas, seleccionaré aquellos que están relacionados con la curación.

Tal vez, el lector, se esté preguntando ¿Pueden curar los Ángeles? Y si es afirmativa la respuesta, ¿cómo nos curan?

Antes de pasar directamente a dar una respuesta a esta cuestión, me gustaría compartir algunas reflexiones relacionadas con la enfermedad, extraídas de “Un Curso de Milagros”:
  • Toda enfermedad es el resultado de una confusión de niveles.
  • La enfermedad es una forma de búsqueda externa.
  • Percibir el cuerpo como una entidad separada no puede sino fomentar la enfermedad, ya que ello no es verdad.
  • Toda clase de enfermedad, e incluso la muerte, son expresiones físicas del miedo a despertar.
  • La enfermedad, no obstante, no es algo que se ori­gine en el cuerpo, sino en la mente. Toda forma de enfermedad es un signo de que la mente está dividida y de que no está acep­tando un propósito unificado.
  • Cuando un hermano está enfermo es porque no está pidiendo paz, y, por lo tanto, no sabe que ya dispone de ella. Aceptar la paz es negar lo ilusorio, y la enfermedad es una ilusión.
  • Inventaste al dios de la enfermedad, y al inventarlo te capacitaste para oírle. Pues si ves al dios de la enfermedad en alguna parte, lo has aceptado.
  • Los ritos del dios de la enfermedad son extraños y muy estric­tos. En ellos la alegría está prohibida, pues la depresión es la señal de tu lealtad a él.
  • No percibas en la enfermedad más que una súplica de amor, y ofrécele a tu hermano lo que él cree que no se puede ofrecer a sí mismo. Sea cuál sea la enfermedad, no hay más que un remedio. Alcanzarás la plenitud a medida que restaures la plenitud de otros, pues percibir en la enfermedad una petición de salud es reconocer en el odio una súplica de amor.
  • El cuerpo no puede curarse porque no puede causarse enfer­medades a sí mismo. No tiene necesidad de que se le cure. El que goce de buena salud o esté enfermo depende enteramente de la forma en que la mente lo percibe y del propósito para el que quiera usarlo.
  • Toda enfermedad tiene su origen en la separación. Cuando se niega la separación, la enfermedad desaparece.
  • Al pecado y a la enfermedad se les considera causa y consecuencia respectivamente, en una relación que se mantiene oculta de la conciencia a fin de mantenerla excluida de la luz de la razón.
  • La curación es el efecto de mentes que se unen, tal como la enfermedad es la consecuencia de mentes que se separan.
  • La enfermedad no es sino la ira que se ha descargado contra el cuerpo para que sufra.

Nadie puede quedar indiferente, tras haber reflexionado sobre lo expuesto. “El cuerpo no puede curarse porque no puede causarse enfermedades a sí mismo”.
Elijo esta frase, pero podría elegir cualquier otra para enfatizar una cuestión que considero crucial: “La enfermedad, no es algo que se ori­gine en el cuerpo, sino en la mente”. Y esto ocurre, porque nuestra mente está dividida e identificada con la separación. Si nos sentimos separados de Dios, si violamos la Ley del Amor…, entonces, como bien recogió Carl Jung: “La enfermedad es el esfuerzo que hace la naturaleza para curar al hombre”. Podríamos añadirle: “…para curar la mente del hombre”.

Sí, los Ángeles pueden curar. Pero no podrán hacerlo, si no le permitimos hacerlo. Nos ayudarán a sanar, en la medida en que le permitamos “enseñarnos” a sanarnos. Ellos no pueden alterar nuestro libre albedrío. Su cometido es guiarnos y transmitirnos las enseñanzas divinas.

Ya hemos visto, como la enfermedad es el resultado de los errores causados por nuestra manera de pensar. Si las enseñanzas transmitidas por los Ángeles no las asimilamos y las integramos en nuestra conciencia, éstas, resbalarán y adoptarán la condición de asignatura pendiente. Cuando no somos capaces de aprender por la vía del amor, esa misma enseñanza se nos administrará por la vía del rigor. Es nuestra elección de aprendizaje y no un castigo divino.
La enfermedad, lleva implícita ese código de asignatura pendiente. Tendremos que repetir curso y a base de mucha “repetición”, se consigue despertar la conciencia.

Por lo tanto, el papel de los Ángeles con relación a la curación, se resume en “inspirarnos” para que nuestra mente sea capaz de captar el mensaje divino de primera mano. Cuando estamos identificados con la enfermedad, la mejor petición que podemos dirigir a los Ángeles, es que nos “iluminen” a la hora de proyectar nuestros pensamientos, de modo que éstos sean portadores de rectitud, unidad y equilibrio, ingredientes que suelen faltar, cuando se manifiesta la enfermedad.

De los 72 Rostros Angélicos, he seleccionado a 17 Ángeles expertos en sanación:

Lelahel (6)
Aladiah (10)
Melahel (23)

Seheiah (28)
Omael (30)
Vasariah (32)

Rehael (39)

Ieiazel (40)

Sealiah (45)

Hahasiah (51)

Yeialel (58)

Mitzrael (60)

Umabel (61)

Anauel (63)

Manakel (66)

Habuhiah (68)


Mumiah (72)





Continuará...

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