miércoles, 18 de abril de 2012

Mensaje en anuncio publicitario


Me dirijo a realizar un examen y durante el trayecto, trato de comunicarme con mi Yo Interno solicitándole alguna señal sobre el resultado de la prueba. Justo en ese momento, dirijo instintivamente el rostro hacia la derecha y veo un anuncio publicitario en el que pude ver un ascensor y al lado, en letras grandes, leía: "te elevarás sin esfuerzos".

Esta anécdota me la narró un buen amigo, hace ahora unos años. He querido desempolvarla del baúl de los recuerdos, pues creo que me servirá para analizar un tema que considero está muy estrechamente relacionado con la dinámica de la providencia, la suerte, el azar.

Este amigo, me comentaba: "Es cierto, que mi preparación para la prueba no era muy buena, aunque mi deseo por conseguir pasarla era evidente, lo necesitaba desde el punto de vista laboral.

Cuando llegue al lugar de destino donde se realizarían los exámenes, mi desanimo aumentó considerablemente, pues había tal multitud de candidatos que me dieron ganas de abandonar en aquel empeño.

Sin embargo, cuando más desanimado me sentía, me encontré con un antiguo conocido. Cruzamos unos saludos y me dijo que era uno de los profesores encargados de la supervisión de las pruebas. A partir de ahí y de un modo sorprendente, me vi invitado a aprobar el examen sin realizar más méritos de los debidos. Él se ofreció a ayudarme a superar la prueba, y su promesa se hizo realidad, pues salí airoso del examen".

La ayuda prestada a la que hace referencia mi amigo, la he relacionado con la imagen del ascensor, pues en verdad "sube sin esfuerzos".

La reflexión que se plantea tras esta anécdota es la siguiente: ¿por qué a él? ¿Por qué aprueba sin esfuerzos? ¿Es justo?

Viene a mi memoria una frase que verdaderamente me hace sentir bien, cuando la hago sonar en mi mente: "pedid y se os dará". No quiero dar lugar a malas interpretaciones. No se trata de pedir por el solo placer de recibir, sino que en esa petición se encuentra inscrito el poder de la voluntad de iniciar una nueva aventura, y siempre que el hombre hace uso de ese poder de la voluntad, la providencia, cuan tierra fértil y siempre dispuesta, se pone al servicio de esa semilla, y lo hace a través de la esencia primordial del amor.

No podemos pues, juzgar el azar, la suerte, la providencia, como algo injusto. Al que se le da, es porque ha pedido, pero ¡ojo!, a ver qué uso hacemos de lo recibido.

Bueno, esos resultados, lo estudiaremos en otro momento.


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