miércoles, 15 de junio de 2016

Cuento para Mebael: "El Ángel Justiciero"


Jamás nadie había sentido una tristeza tan profunda como la que sobrecogía en aquellos días al rey Azor, al menos así lo creía él. Era tanta su pena, que había ordenado que todo su reino permaneciese en silencio hasta que su dolor desapareciese por completo.


Nadie se atrevía a violar aquel mandato a excepción de Satur, el Supremo Juez del reino.
·       Pero Majestad, bien sabéis que nadie puede entrar en la Ciudad Prisión. Todos cuantos se acercan a ella son hechos cautivos y permanecen allí para la eternidad.

Cuanto más escuchaba el Rey las palabras del Juez, más aflicción sentía, aumentando así su dolor.


Cuando todas las esperanzas perecían perdidas, alguien vino a turbar aquel silencio.


A lomos de un corcel blanco, un joven caballero acababa de llegar al reino. Nada parecía sorprenderle de cuanto veía a su paso, al contrario, se podría decir que conocía muy bien lo que allí estaba sucediendo.


Como nadie se opuso en su camino, no tardó en llegar al salón real, donde encontró al rey Azor hundido en su desespero.
  • Majestad -saludó el caballero, cortésmente-, he venido lo antes posible. Lamento si mi tardanza ha alargado vuestro suplicio.
  • ¿Acaso estoy soñando? -expresó con voz temblorosa el débil Azor-. Es una alucinación, ¿cómo decís que yo he solicitado vuestra presencia? -siguió argumentando el rey muy sorprendido-.
  • Majestad, si recordáis, vos me mandasteis llamar. ¿Acaso vuestro hijo no está cautivo en la Ciudad Prisión?
  • Sí, sí lo está, y daría mi reino a cambio de su libertad -expresó el rey sin ser dueño de sí mismo-.
  •  Si es así, reveladme un secreto -dijo el misterioso caballero-.
  • ¿Un secreto decís?, en mi reino no hay secretos -contestó turbado el rey-.
  • Os equivocáis, pues todos cuantos son cautivos en Ciudad Prisión, han vendido su corazón al jefe de los prisioneros.
  • ¿Queréis decir con ello, que mi hijo es un servidor de la Luz sin Dueño?
  • Así es Majestad, y tan solo aquel que es dueño de la Luz podrá vencer al jefe de los prisioneros.
  • Y, ¿qué puedo hacer? -preguntó Azor entristecido-.
  • Iré yo en su encuentro y lo someteré a la Justicia de los Tiempos. Pondré Luz en sus manos, y si sabe alumbrar con ella el Camino Extraño, volverá sano y salvo. Si no fuese así, quedará para siempre al servicio de Prisión, su único dueño.
Cuenta la leyenda que aquel caballero consiguió vencer al jefe de los prisioneros, y el rey Azor volvió a tener a su hijo junto a él. Desde aquel día, el valiente caballero seria conocido como Mebael, el Ángel Justiciero.


Fin



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