miércoles, 3 de agosto de 2016

Cuento para Umabel: "El aspirante a monitor de Arcángeles"

Había estudiado mucho en los últimos 150 años, Umabel no se conformaba con su condición de aprendiz de Arcángel y quería demostrar a todos que podía llegar a ser un guía excelente en el que se podría confiar.

Con ese propósito se dirigió una vez más a las oficinas de reclutamiento. Allí era donde debía entregar su solicitud para ser admitido como monitor de Arcángeles. Había soñado tanto con llegar a ser uno de ellos, que estaba dispuesto a pasar cualquier prueba para conseguirlo.
  • El siguiente -pudo oír el aspirante Umabel-.
Era él. Había llegado su turno. Tenía en sus manos la oportunidad, y esa oportunidad era un cuestionario que rellenó con sus respuestas.
  • iAja!, veo que dices tener vocación para ocupar el puesto. Ya veremos si es así. Vamos, adelante.
Ya estaba dentro. Delante de él una larga fila avanzaba lentamente y al principio de esa cola los solicitantes iban siendo entrevistados.

Umabel observó cómo muchos volvían sobre sus pasos y quiso saber el motivo de ello.
  • ¿Por qué te marchas compañero? -le preguntó interesado-.
  • No sirvo para el puesto -contestó entristecido-.
  • Vaya -pensó Umabel-, al parecer no será tan fácil como creía.
No tardó en llegar su turno, y sin que le diese lugar a respirar, le preguntaron.
  • ¿Cuál es tu especialidad?
Viendo que no acababa de salir de su asombro, le repitieron una vez más.
  • Vamos no tenemos toda la eternidad. El mundo nos necesita ahí abajo. Responde, ¿cuál es tu especialidad?
  • La amistad -dijo rápidamente Umabel-.
  • Veamos qué tenemos por aquí. A ver..., sí, creo que ha habido suerte. Tenemos un caso de amistad, pero mucho me temo que no te resultará fácil. Otros lo intentaron pero fracasaron. ¿Qué dices, lo aceptas?
  • Sí lo acepto -contestó entusiasmado el joven aspirante-.
  • Pues ponte en camino cuanto antes. Tienes cuatro días para conseguirlo.
Así fue como el Arcángel Umabel, se trasladó urgentemente al lugar donde debía realizar su misión.

Allí estaba Mercur, solo, muy solitario. Se le hacía raro el sabor de la soledad, pues siempre había tenido al lado a un buen amigo, pero desde que le hizo aquella faena, el odio pudo más que la amistad.

El corazón de Mercur estaba destrozado. Se había enamorado de alguien muy especial, pero su mejor amigo se cruzó en su camino y la alejó de él. Su mejor amigo, tenía gracia.

No muy lejos de allí, se encontraba aquel que un día fuera su sombra. Había compartido con él todo cuanto tenía.

Sol no pudo evitar el enamorarse de la misma chica que su amigo. Ella eligió y le escogió a él, pero no duraría mucho, pronto le abandonaría y aquello le hundió. Ahora se cobijaba en la droga, ella era su única compañera.

Umabel comprendió que debía actuar, y pensó un plan.

Mercur se sintió atraído extrañamente hacia un lugar. Jamás lo frecuentaba, pero aquel día le apetecía hacerlo, pero cuando se encontraba en camino unos malhechores le asaltaron.

Eran muchos contra él y sabía que iba a ser castigado y maltratado. Cuando ya todo indicaba que iba a recibir una gran paliza, una voz vino a socorrerle milagrosamente.
  • ¿Buscáis dinero para droga? No os molestéis yo os lo facilitaré, pero dejad al muchacho.
Era Sol el que acababa de salvarle. Metiendo su mano en el bolsillo de su chaqueta sacó toda la droga que había en él y se la entregó a aquellos rufianes, los cuales se conformaron con el cambio.

Sol quedó frente a Mercur. Se miraron a los ojos y el recuerdo de un hermoso y feliz pasado,  hizo que de ellos brotasen gruesas gotas que cubrieron su rostro. Lloraban de amor. Un sentimiento que siempre habían compartido el uno por el otro y que durante un tiempo había permanecido acallado.

Umabel había conseguido su misión. Ya podía volver al cielo de donde vino. Allí seria recibido como un excelente monitor.

Fin

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