martes, 23 de marzo de 2021

Astrología Cabalística: "Los Planetas - Génesis (I)"


GÉNESIS DE LOS PLANETAS

Como ya hemos tenido oportunidad de decir, la primera manifestación material de los Planetas se recoge en el Génesis, cuando se alude a los Trabajos del Cuarto Día de la Creación.

Si relacionamos este Proceso con el despliegue de los Elementos Creadores proporcionado por los Zodiacales para que Elohím -El, Los Dioses- llevara a cabo su creación, diremos que en el 4º Día se Trabajó con el Elemento Tierra, donde las Energías adquieren un ropaje material, una expresión formal y tangible. Por lo tanto, observamos que existe una relación estrecha entre lo sucedido en ese Cuarto Día y la manifestación externa de los Cuerpos Celestes.

Si seguimos desarrollando esta idea, hemos de completarla añadiendo que el hombre primigenio aparece por primera vez con ropaje físico en los albores del 4º Día de la Creación. Si tomamos el Árbol Cabalístico, vemos que el Triángulo Superior -Kether, Hochmah y Binah- representan el Plano de Emanación, donde ubica su cuartel general, Dios. Sabemos que de la Obra creadora de Dios, emergió en las arenas de la evolución el hombre. Si aplicamos esta idea al Árbol Cabalístico, tendremos que situar al hombre en el Séfira Hesed el que recoge el fruto de la Obra creadora y el que se convierte al mismo tiempo en la semilla de un nuevo Plano de conciencia. Hesed representa la "tierra" dispuesta por Elohím para que el hombre desarrollara sus potencialidades. Hesed es el Paraíso donde aparece por primera vez la humanidad representada por Adam y Eva.

Tenemos por lo tanto nueva información que podríamos añadir a la que ya habíamos obtenido. El hombre, el Elemento Tierra y los Cuerpos Celestes, están Trabajando todos en un mismo Plano de Manifestación, por lo que podremos extraer mucha información si los analizamos con esa visión de conjunto, es decir, si conocemos lo que ocurrió al hombre original en el Paraíso, si somos capaces de intuir y aplicar a niveles planetarios las anécdotas que acontecieron en aquellos remotos días, tendremos a nuestro alcance un conocimiento esencial que nos ayudará a comprender el sentido trascendente de los Planetas y, al mismo tiempo, del alma humana.

Hemos de indicar algo muy importante para comprender el trabajo que a continuación vamos a desarrollar. La andadura del alma humana desde que emergió en el Primer Día de la Evolución hasta alcanzar su fin último, convertirse en un Ser Creador, en un Dios, objetivo que se conseguirá cuando complete los Trabajos del Sexto Día de la Creación, debe cubrir dos tramos de distinta dirección. En una primera fase, que comprenden los Trabajos de los 4 primeros Días de la Creación, el hombre desplegará un proceso que llamaremos Involución. Durante este período el alma se sumergirá progresivamente en el Mundo Material, donde ha de adquirir conciencia y dominio de los poderes con los que cuenta. A partir de ese momento, en los Días restantes, el proceso de descenso que hemos anunciado, reinvertirá el sentido y comenzará a ascender, o lo que es lo mismo, dará comienzo el proceso llamado de Evolución. El objetivo ya no es adquirir conciencia en el Plano Material, sino, con el saber acumulado dirigir los trabajos creativos, ayudando a evolucionar a las distintas Oleadas de Vida que le suceden en la escala evolutiva, como son los animales, las plantas y los minerales actuales.

A lo largo del proceso Involutivo, el hombre ha necesitado la Guía de los Seres Superiores cuya misión es ayudarle a adquirir conciencia espiritual. Los Planetas ocupan un papel importante en este proceso de orientación y de enseñanza dirigida a los seres vivos. Sin embargo, mientras que el hombre en Involución necesita de su "ayuda",  de sus "influencias", llegará un momento, exactamente cuando se produzca la reorientación del rumbo, en el que el hombre dominará su propio destino, es decir, habrá conquistado sus vehículos internos y se habrá convertido en un ser CONSCIENTE de su propia divinidad.

En el Antiguo Testamento y concretamente en el Génesis, se encuentran definido los trazos de las influencias planetarias dirigidas al hombre en involución.
Será en el Nuevo Testamento, y más concretamente en el Evangelio de San Marcos, capítulo 13, 24-27, donde podremos extraer información sobre el límite de las influencias planetarias en la evolución de la conciencia. Veámoslo:
24 Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, se obscurecerá el sol, y la luna no dará su brillo, 25 y las estrellas se caerán del cielo, y los poderes de los cielos se conmoverán. 26 Entonces verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes con gran poder y majestad, 27 Y enviará a sus ángeles, y juntará a sus elegidos de los cuatro vientos, del extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.
Muchos investigadores han querido ver en este pasaje, una alusión al fin del mundo, refiriéndose al físico sin duda alguna. Sin embargo, no han caído en pensar que los Textos Sagrados tratan de enseñarnos "cosas sagradas", es decir, el fin que se anuncia en este punto hace referencia a un estado concreto de conciencia. Cuando nos sitúa en "aquellos días, después de la tribulación", nos está indicando claramente que se trata de los días de tribulación en el que el hombre se encuentra sumergido mientras que está involucionando. Ya sabemos que esa tribulación dio comienzo en el Cuarto Día de la Creación, cuando Adam y Eva no respetaron las Leyes Divinas. Por lo tanto, debemos entender que cuando logremos recuperar nuestra unidad perdida, o lo que lo mismo, cuando retornemos a ese estado de Plenitud de conciencia, de comunión con Dios, llamado Edén, entonces, estaremos maduros para comenzar el proceso evolutivo, y en este tramo ya no necesitaremos del sol, ni de la luna, ni de las estrellas; en él, los poderes del cielo se conmoverán, pues formarán parte del alma humana como una conquista verdadera.

Mientras que esto ocurre, es preciso conocer cuáles son las cualidades, o mejor dicho, los Trabajos que nos disponen los Planetas, pues si de algo nos sirve el estudio de la astrología es para saber cuál ha de ser nuestro papel en el universo.
Penetremos en este estudio, y para ello, tengamos cerca el Génesis, pues de Él, extraeremos la información que necesitamos.
La Cábala nos enseña que el rostro divino que asumió el papel ejecutivo, el constructor, fue Binah, el Gran Arquitecto, el Centro de la Inteligencia Activa y de la Ley. El nombre Divino que actuó en este Centro de conciencia es Jehová. El Rostro planetario que realiza dichas funciones es Saturno, por lo que debemos ubicarlo en el centro de Binah para cualquier estudio posterior que podamos realizar.

De la Labor creativa de Binah-Jehová-Saturno, surge el Paraíso, que como hemos dicho está relacionado con el siguiente Séfira del Árbol siguiendo el sentido involutivo, este es, Hesed. Dicho centro es la morada de la Plenitud paradisiaca y así mismo de la ubicación del hombre y del poder de las emociones. Es Júpiter, el Rostro planetario que aparece en relación a los Trabajos de Hesed.
Siguiendo los datos que nos facilita el Génesis, vemos que Jehová-Saturno fue quien modeló al hombre, es decir, Saturno actúa como Padre para Júpiter, y si nos gusta la mitología, podremos comprobar que en efecto, Saturno, aparece como padre de Júpiter. El hombre se diferencia del resto de las Oleadas de Vida por su capacidad creativa otorgada por la Mente. Esa capacidad es la herencia administrada por Saturno-Binah-Inteligencia Activa.

Le "construye" (Saturno) a través del aliento de Vida. Ese "Aliento" es la Energía vital con la que cuenta Saturno, pero que le es administrada por el Séfira anterior por Hochmah, el que es depositario a su vez de la Luz, expresión de Kether. El rostro planetario de Hochmah es Urano, por lo que tendremos que concluir diciendo que Júpiter-hombre-Paraíso es el fruto de la unión de Urano-Saturno (energía y forma). A partir de recibir ese Aliento de Vida (Urano), el hombre se convierte en un Ser animado. En verdad, cuando Saturno actúa de espalda a Urano, la materia carece de vida, lo que nos indica, que lo Esencial no es la Forma (Saturno), sino el Aliento, Espíritu (Urano).

Jehová, comunica el poder del Espíritu. En efecto, no podemos desvalorizar la función de Saturno, pues como vemos se convierte en el canal por donde el Espíritu expresa sus poderes. Debemos entender con ello, que sin el Trabajo de Saturno, el hombre no llegaría a asimilar las altas vibraciones del espíritu. A través del respeto de la Ley podremos adquirir los poderes del espíritu y dar lugar a Júpiter, que es el hombre completo.

Saturno-Jehová planta un jardín en Edén-Júpiter, al oriente (Kether). Con ello, aprendemos, que Júpiter es un nuevo Kether en el Plano de Creación/Deseos. En él pone al hombre. Luego Júpiter es el hombre.

Saturno/Jehová hace brotar los árboles que sirven de alimento. Las plantas se convierten en el alimento destinado para el hombre-pensante. Se está refiriendo por lo tanto al alimento de la mente, el que ha de permitir al hombre comprender las leyes divinas y ajustar su comportamiento a ellas.

Entre esos árboles se encontraban el de la Vida, y el del Bien y del Mal. Ese alimento permitiría al hombre adquirir un conocimiento de los poderes con los que había sido creado, para cuyo uso aún no estaba preparado. Es por ello, que dicho alimento se convierte en una Ley a respetar. Saturno-Ley por lo tanto nos indica en cada momento, el camino que debemos recorrer, así como los límites que debemos respetar en nuestras acciones creadoras.
Debemos añadir, que dado que esos árboles se encontraban en Hesed-hombre-Agua, debemos entenderlo, como el aviso de no hacer uso de los deseos para alcanzar un conocimiento prematuro. Los deseos-Júpiter, deben escuchar y respetar la voz de Saturno, de lo contrario daremos comienzo a la tribulación.

Por lo tanto, en Júpiter nos encontramos, por un lado, el Árbol de la Vida. No en vano es el fruto de la Obra creadora de Dios, lo que le permite contar con sus mismos poderes creadores. Por otro lado, el Árbol del Bien y del Mal, es decir, cuenta con la sabiduría, una virtud que emana de esa "tierra" y que es una bendición divina dispuesta a servir al hombre siempre que éste no se desvincule de ella. Y por último, encontramos a los ríos, es decir, los manantiales de donde emana el potencial de los deseos y emociones. Esos 4 ríos, son los poderes creadores que se dan cita en esa tierra de grandeza, uno por cada Elemento.
Júpiter, representa el Trabajo Humano. Poseedor del germen divino, debe conquistar los poderes con los que cuenta.

Cuando el hombre-Júpiter no respeta el mandato divino, sus ojos se abren al mundo material que deseaba conquistar y deja de tener contacto directo con la divinidad: Muere.

En Hesed-Júpiter-hombre, nace la dualidad. Adam=Fuego. Eva=Agua. Con la humanidad surge igualmente esa misma dualidad: Dios=Fuego. Hombre=Agua. Espíritu=Fuego. Materia=Agua.

El hombre-Hesed-Júpiter tenía poder para poner nombre a los animales, es decir, capacidad para dominar la naturaleza animal-deseos, utilizando el poder mental-comprensión y conocimiento. En esto consiste el Trabajo Humano.

El hombre adamita en estado de unidad, ante la necesidad de enfocar los Trabajos del Mundo Material, siente la apetencia de no estar sólo. Busca relacionarse, principio que está en relación a los trabajos del cuerpo mental-Aire. Entra en un sopor, es decir, su conciencia de unidad poco a poco se va adormeciendo, y cuando despierta de su sueño se encuentra con su mitad, pues ha nacido de su propio "lado". A partir de ese momento, la conciencia y la inconsciencia caminan juntos. Por lo tanto, en Júpiter encontramos la puerta de entrada al mundo interno del inconsciente.

El hombre-Júpiter, dejará a su padre y a su madre desde el momento que tiene pareja. En efecto, Júpiter nos sumerge en ese estado de alejamiento de nuestro origen divino, de nuestros padres. A partir de ese momento, no sentiremos tentados a satisfacer nuevas voces, nuevas inquietudes, Los deseos nos llevarán a alejarnos cada vez más del Principio y a adentrarnos cada vez más en la oscuridad.

El hombre-Júpiter, nos llevará a descubrir nuestra desnudez una vez que nos invita a penetrar en el camino de la involución. A partir de ahí, cubriremos nuestro cuerpo de unidad-desnudo, y adquiriremos diferentes ropajes y rostros. Ya no nos veremos en la igualdad, sino en la multiplicidad.

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