lunes, 4 de enero de 2016

Interpretación Astro-Cabalística del Evangelio de Marcos: Trabajos de Escorpio (V)


JESÚS CAMINANDO SOBRE EL MAR

45 En seguida obligó a sus discípulos a subir a la barca y precederle al otro lado, frente a Betsaida, mientras Él despedía a la muchedumbre. 46 Después de haberlos despedido se fue a un monte a orar.

Si tuviésemos que imaginar esta escena, difícilmente podríamos creer que el máximo representante del amor, actúe obligando a sus discípulos. Quizás esta acción corresponda más con una personalidad que pretende ejercer su autoridad con el propósito de adquirir beneficios propios, pero Jesús-Cristo, como ya hemos podido comprender, no se alimenta ya de la carne que se sirve en el Mundo Material, su alimento es el Amor, y si el autor utiliza este término, debemos entenderlo en el contexto de Escorpio, donde es necesario obligar a nuestros obreros internos a realizar un sobre-esfuerzo, pues es fácil caer en la tentación de ser seducidos nuevamente por la Serpiente -ardor conquistador- que tentó a Eva - la humanidad evolucionante- en el Cuarto Día de la creación en su recapitulación de los Trabajos del Agua -Segundo Día de la creación

Es necesario que tomemos buena nota de la observación que acabamos de hacer. Cuando nos encontramos en la faceta Escorpio, nuestra Nueva Consciencia, impregnada de amor universal, tendrá que ser enérgica con la naturaleza emocional, debe "obligarnos" a subir a la barca, ese receptáculo simbólico que nos permite permanecer seguros sobre el Elemento liquido, y estar dispuesto a cruzar al otro lado, frente a Betsaida.

¿Qué representa ese "otro lado"?, ¿qué representa Betsaida?

El otro lado, dentro de las tierras acuosas de Escorpio, está revelándonos el tercer decanato de dicho signo, donde se realizan los Trabajos de anticipación sobre la dinámica de Piscis. Veamos por qué esto es así. Si desmenuzamos en terminología hebrea el nombre de Betsaida y obtenemos su correspondencia numérica, obtenemos lo siguiente: Beith-Tzade-Daleth (2-18-4 = 24 = 6).

El resultado que extraemos del nombre, nos lleva al número 6, cuya regencia zodiacal corresponde al signo de Piscis, interpretando los Elementos-signos en su manifestación creadora, y cabalísticamente al Séfira Tiphereth. Por lo tanto, lo que Jesús está indicando a sus discípulos, es la ruta que deben seguir para sublimar las energías de Escorpio y aventurarse en las nuevas aguas de Piscis, donde nos aguarda la difícil tarea de dominar dicho Elemento.

Jesús, nos revela el cronista, tras despedir a la muchedumbre se fue a un monte a orar.

No puede pasarnos inadvertido la actuación del Maestro en unos momentos tan importantes como es el control de la energía emocional y la utilización de esta para expandir la Nueva Consciencia.

Es preciso profundizar un poco más en la dinámica que hemos de experimentar, cuando estemos conquistando el Arquetipo de Escorpio. El Agua surge en el proceso evolutivo continuando la Obra a partir del Fuego, el Elemento Primigenio que le precedió. Si el Fuego es Luz, y se encuentra interiorizado en el Agua dando vida al impulso y al deseo de amar, diremos que la Luz se encuentra prisionera del Agua.

La consciencia humana despierta con la actuación del Cuerpo de Deseo, el cual nos lleva a sentirnos dueños de la Luz, dueños de un poder que nos trasciende, pero del que no tenemos consciencia, pues no lo vemos externamente. Podemos decir, que navegamos por el mar de la vida sin referencia de ningún faro. Esa oscuridad exterior nos llevará, una y otra vez, a identificarnos con los objetos materiales, los amaremos, y querremos poseerlos. Y actuando así, caeremos en nuestra propia trampa, viviremos ajenos al espíritu, que permanecerá callado en nuestro interior, sin que su voz logre llegar a la consciencia del Yo Emocional.

Jesús, conocedor de este peligro, nos revela con su proceder el modo cómo hemos de actuar cuando sintamos que los instintos pueden asaltarnos. Debemos elevarnos hacia un monte para entregarnos a la oración, es decir, para hablar con nuestro Padre. Aunque el narrador nada nos dice sobre las palabras que Jesús dirigió en la oración, seguro que le pediría fuerzas para vencer las Aguas embravecidas del mar de Escorpio-Piscis.

A través de la oración, el hombre se comunica con Dios, pero no caigamos en creencias ya caducas que nos han situado a Dios en un cielo ajeno a nosotros. Dios está en nosotros; o lo que es lo mismo, nuestro verdadero ser es la chispa emanada de Dios en el Primer Día de la evolución, que ha ido adquiriendo sabiduría a lo largo de los Días y que cada vez adquiere dominio sobre los vehículos que han de enseñarle a ser Dios.

47 Llegado el anochecer, se hallaba la barca en medio del mar y Él solo en tierra. 48 Viéndolos fatigados de remar, porque el viento les era contrario, hacia la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar e hizo ademan de pasar de largo. 49 Pero ellos, así que le vieron andar sobre el mar, creyendo que era un fantasma, comenzaron a dar gritos, 50 porque todos le veían y estaban espantados. Pero Él les habló en seguida y les dijo: animo, soy yo, no temáis. 51 Subió con ellos a la barca, y el viento se calmó, y se quedaron en extremo estupefactos, 52 pues no se habían dado cuenta de lo de los panes: su corazón estaba embotado.

Esa noche a la que hace referencia el pasaje, no es otra que la noche de Escorpio, donde la consciencia espiritual, permanece en la oscuridad más densa. En esta hora, el mundo de las Tinieblas prevalece sobre el mundo de la Luz. Los doce discípulos deben hacer frente a este tránsito y deben hacerlo solos, mientras que el Maestro se encuentra velando por ellos en tierra. Es necesario que en nuestro aprendizaje vayamos conquistando las metas sin necesidad de muletas, y con ello no queremos decir, que la ayuda no sea necesaria. Ahora bien, si privamos al aspirante de experimentar por si mismo, si se lo damos todo hecho, él no habrá integrado en su consciencia el modo de alcanzar los logros. En este caso se trata de autodominio.

Nos encontramos en plena noche; nuestra Nueva Consciencia está, pero no a nuestro lado en esos momentos. En ese mismo instante, se levanta un fuerte viento, que les es contrario a los propósitos que les mueven, a la dirección que se han trazado. Si nuestro rumbo es la conquista del amor, esos vientos son los prejuicios, los intereses que se opondrán a que lleguemos a nuestra meta. ¿Qué haremos cuando el mar se enfurezca, cuando nuestras emociones se sientan tentadas por la pasión? En ese momento de duda, Jesús se acercará hacia nosotros en la cuarta vigilia de la noche, es decir, en la fase de maduración de las tinieblas, cuando estas son más densas y estamos a punto de zozobrar. Entonces, el amor, dominando la pasión enfurecida de las emociones, camina sobre las aguas, y en un gesto de autoseguridad, de autoridad -pasaba de largo-, les revelaba que debían dar ese paso que les permitiría trascender y dominar el Agua-Deseos.

Ellos, nuestros obreros, nuestras emociones más elevadas, no están aún a la altura, no han madurado aún lo suficiente y creen ver un fantasma, lo que les llevó a dar gritos de miedo.

Esa situación es necesaria vivirla para comprenderla. Cuando la Nueva Consciencia penetra en nosotros por primera vez, llevándonos a despertar a algo maravilloso, estamos dispuestos a abandonar todo lo viejo y a ponernos a trabajar con entusiasmo en obras de amor. Ahora bien, aún en nuestra naturaleza emocional existe un substrato de deseos que necesitan seguir alimentándose. Los nuevos y viejos deseos se mezclarán, y mientras que los primeros nos llevan a perseguir objetivos nobles, los segundos nos tentarán con continuar la Obra donde la dejamos, con volver al pasado.

Cuando nos encontramos en esa hora de oscuridad, es fácil confundir a la Nueva Consciencia con un fantasma, a pesar de convivir con ella durante el día, es decir, a pesar de ser conscientes de la necesidad de amar. Ver a Jesús como un fantasma es dudar del poder transformador del amor. Para los discípulos, o lo que es lo mismo, para nuestros deseos-obreros, en esa hora difícil, el amor no real, fantasmal, no es tangible, no se convierte en obras.

Cuando nos encontramos en ese tránsito anímico, debemos estar dispuestos a oír la palabra del Maestro que nos dirá: ¡Animo, soy yo, no temáis!

En verdad, no puede ser ningún otro. Ese ha sido el principal problema con el que se ha identificado la humanidad, hasta agotar la saciedad. Hemos confundido la energía emocional, el amor, con un fantasma, y en ese momento nos hemos puesto a gritar, impidiendo así reconocer la verdadera naturaleza.

Es hora de que abramos los ojos, de que nos quitemos las vendas que nos hemos colocado y que nos llevan a negar la realidad: la energía del mundo del Deseo, es el Amor. Todo lo creado sirve al amor, no importa el camino que tomemos; al final tan solo existe una meta, amar.

Cristo siempre ha estado ahí, junto a nosotros, cuando trabajamos con las emociones. Somos nosotros los que no hemos sabido reconocerlo. Su voz es poderosa: ¡animo, soy Yo, no temáis!, sin embargo, hasta ahora, pocos han dejado que subiera a su barca para calmar la furia del viento; pocos son los que se han percatado de que, en su naturaleza emocional, poseen una semilla, tan poderosa, que es capaz de dar de comer a multitudes y no agotarse nunca. Esa semilla es el germen del amor que, una vez sembrado, crecerá, y crecerá y se multiplicará.

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