lunes, 28 de diciembre de 2015

Interpretación Astro-Cabalística del Evangelio de Marcos: Trabajos de Transición Fuego-Agua (V)


LA TEMPESTAD CALMADA

35 En aquel día les dijo, llegada ya la tarde: Pasemos al otro lado, 36 y despidiendo a la muchedumbre, le llevaron según estaba en la barca, acompañado de otros. 37 Se levantó un fuerte vendaval, y las olas se echaban sobre la barca, de suerte que esta estaba ya para llenarse.

38 Él estaba en la popa durmiendo sobre un cabezal. Le despertaron y le dijeron: Maestro, no te da cuidado de que perezcamos? 39 Y despertando, mandó al viento y dijo al mar: calla, enmudece. Y se aquieto el viento y se hizo completa calma.

40 Les dijo: ¿Por qué sois tan tímidos? ¿Aún no tenéis fe? 41 Y sobrecogidos de gran temor, se decían unos a otros: ¿quién será este, que hasta el viento y el mar le obedecen?

El evangelista, de un modo sencillo, nos indica que lo que a continuación va a ocurrir, sucede "en aquel día, llegada la tarde", es decir, no hemos abandonado aún la dinámica que estamos estudiando, es más, nos encontramos en la parte final, cuando se alcanza la fase Vav -letra puente- correspondiente a la "tarde". A partir de ahí, nos refiere algo que es comprensible que ocurra cuando nos encontramos cruzando un puente que une dos orillas. Por un lado la procedencia, Sagitario, por otro lado, el destino, Cáncer.

Estamos avanzando en el camino evolutivo, y la consciencia adquirida en el Fuego debe interiorizarse en el Agua. Ahora bien, ese Elemento, es el Elemento rebelde por excelencia. Las emociones, los deseos, han llevado al hombre por el camino de la perdición. Es por ello que, cuando el alma se encuentra en el mar sin que se haya producido el dominio del Elemento Agua, de las pasiones y deseos, ocurrirá que nuestra barca estará a punto de naufragar, pues nuestro Cristo interno está dormido.

Con ello debemos entender, que no hemos conseguido aún el nivel de consciencia Crístico, es decir, no hemos integrado, armoniosamente aún, el Fuego y el Agua, y se produce una lucha turbulenta en el mar de nuestras emociones. Cristo, en cambio, representa esa conquista y tendremos que despertarlo en nosotros, si no queremos zozobrar.

Cuando recurrimos a ese estado de consciencia para que nos salve de las pasiones desenfrenadas, la voz del amor, que domina los bajos instintos, que domina el Agua, tan solo tiene que pronunciar las palabras mágicas: ¡calla y enmudece! En verdad, eso es lo que debemos gritar a nuestras emociones cuando traten de seducirnos para que sigamos satisfaciéndola, alimentándola ... ¡callad y enmudeced! Actuando así, con la seguridad que nos confiere el sentirnos seres de amor, el viento acallará su furia y las Aguas volverán a su cauce.

¿Qué es lo que ha fallado en nosotros, que somos seguidores de Jesús, que somos parte de su obra?

Nos ha fallado la timidez y la falta de fe, o lo que es lo mismo, la falta de autoconocimiento y de seguridad. Si escuchamos la Palabra de Dios por vía de revelación, por vía intuitiva -Fuego, Sagitario- y nuestras emociones dudan y tienen miedo, es evidente, que pereceremos en esas Aguas del atardecer, en el que un excesivo viento, o lo que es lo mismo, un exceso de mente, puede llevarnos a perecer. El Fuego debe ser aceptado con fe por el Agua, y debe hacernos confiados y no timoratos. La verdad hay que expresarla sin prejuicios. Debemos dar paso al amor con naturalidad, y dejar de avergonzarnos o sentir pudor cuando demos muestra de él en nuestras palabras y actos.

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