martes, 12 de julio de 2016

Cuento para Rehael: "La Verdadera curación"


Desde aquel trágico accidente que a punto estuvo de costarle la vida, Mario vivía como un príncipe. Sus padres quisieron hacerle olvidar lo sucedido y pensaron, que lo mejor sería comprarle muchos juguetes y complacerle en todos sus deseos.

La verdad es que al cabo de unos meses, en la habitación de Mario apenas si se podía entrar de tantos
regalos como había recibido, y sin embargo, él no parecía querer olvidar el incidente.

Era un chico inteligente y sabía que con aquella comedia conseguiría llamar la atención de sus padres y lo obtendría todo. Así fue, cómo un chico al que todos apreciaban se convirtió en una persona caprichosa, insoportable y egoísta.

Cuando jugaba con sus compañeros ninguno de ellos lo aceptaba con agrado. La mayoría de las veces los juguetes eran de él y siempre quería ser el director del juego. Al principio no les pareció importante, pues querían que formase parte de la pandilla como antes del accidente, pero con el tiempo su comportamiento era tan insociable que nadie quería jugar con él.

Cierto día y coincidiendo con el comienzo del nuevo curso, Mario conoció a una preciosa chica que acababa de trasladarse al pueblo y que estaba en su misma clase. De inmediato se dijo que debía conquistarla, pues era la más guapa de todas cuantas había conocido hasta entonces.

No tardó en estudiar un plan de ataque. Debía impresionarla y para él aquello no era ningún problema. La chica, que no le conocía en profundidad, se dejó seducir por él, pero no tardaría en comprobar que era un engreído y un orgulloso.

La dejaba en ridículo y nunca se interesó por ella, si no era para alardear delante de sus amigos.

Aquel comportamiento hizo que los pocos compañeros que aún le quedaba, le rechazasen. Había ido demasiado lejos.

Pues bien, ocurrió lo que tenia que ocurrir. A pesar de no ser aceptado, muchos le echaron de menos. Se preguntaban, que le ocurriría. Desde hacía semanas, nadie sabía de él.

Mario estaba muy enfermo. Sufría de fuertes dolores y los médicos diagnosticaron que sus riñones no funcionaban bien y que debían operarle cuanto antes.

Mario estaba muy asustado. Se encontraba en la mesa de operaciones y la anestesia le llevó rápidamente al mundo astral, y desde allí pudo ver como el cirujano intentaba poner fin, al mal que le aquejaba.

No entendía bien lo que estaba pasando, pero alguien se encargaría de explicárselo. Era un ser hermoso, envuelto en luz, el que llamó su atención:
  • ¿Asustado, Mario? -preguntó aquel ser misterioso -.
  • ¿Dónde estoy?. ¿Quién eres tú? - contestó muy asustado -.
  • Estás en el Mundo Astral, el que habitamos mientras dormimos, y soy el Ángel Rehael. Estoy aquí para curarte -explicó el Ángel -.
  • Pero ya me están curando, ¿acaso no lo ves? -replicó el joven -.
  • Sí, es cierto. El curará tú cuerpo, pero no lo conseguirá si antes tú no aceptas curar tu alma -le dijo Rehael -.
  • Y, ¿cómo debo hacerlo? -preguntó Mario -.
  • Observa estas imágenes y dime que ves.
Mario vio en segundos como su comportamiento había generado mucha desarmonía. Sintió todo el daño de aquellos a los que hizo sufrir, y dijo:
  • Creo que he sido muy egoísta, y comprendo que yo mismo he creado la enfermedad -contestó el joven con lágrimas en los ojos -.
De repente se despertó y se encontraba rodeado de todos sus compañeros. Se encontraba  aún en el hospital, pero la operación había sido un éxito y Mario sanaría por completo. Pero la mejor cura fue la de su corazón, que de nuevo latía al ritmo del amor sincero.

Fin

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