domingo, 3 de julio de 2016

Cuento para Lecabel: "La Industria de los Logros"

Ningún otro pueblo podía compararse al esplendor de Noum. En este rincón de la tierra parecían reunirse caprichosamente todas las riquezas posibles de imaginar, pero la razón de esta abundancia no era cosa del azar.

Noum contaba con la mayor industria jamás antes conocida, producían "logros", sí tal y como se los digo. Créanlo.

La producción crecía cada día más y más. La eficiencia de esta industria estaba demostrada, con muy pocos obreros, pero con una tecnología muy avanzada, habían conseguido crear nada más y nada menos que "logros".

De todos los lugares de la tierra se desplazaban hasta el pueblo de Noum buscando ese codiciado producto que habría de permitirles alcanzar todo cuanto se propusiesen. Por esa razón su riqueza no tenía comparación.

Pero al cabo del tiempo algo vino a cambiar el destino de Noum, pues de repente la vegetación que poblaba los bosques cercanos al pueblo, así como las cosechas de los campos vecinos, comenzó a secarse debido a un brote extraño de enfermedad que atacaba las raíces de las plantaciones.

Sin embargo, aquella tragedia parecía no preocupar a nadie, pues lo único que les importaba en aquellos momentos era acumular "logros y más logros”.

Cegados por esa codicia, no entendían lo que estaba pasando. Si no ponían remedio a la situación, pronto, muy pronto, los campos fértiles se convertirían en tierras desérticas.

Los ríos comenzaron a secarse y la escasez de agua fue lo que despertó el dormido interés por lo que estaba ocurriendo.

Pero cuando quisieron darse cuenta ya era demasiado tarde. Toda la comarca quedó devastada por la enfermedad que había azotado la vegetación.
Alguien dijo en voz alta:

  • No os preocupéis, tenemos en nuestras manos la maquina de los "logros", ella nos dará la solución para poner fin a esta situación.
Pero todo fue inútil. Los campos se resecaron aún más, y lo que todos habían admirado como la tierra de la riqueza, quedó en manos de la pobreza y de la desolación.

Cuando todo parecía perdido, cuando todos habían comprendido que su alocada ambición por conseguir logros, les había llevado a aquella destrucción, tronó una trompeta en el cielo, desde donde partió una profunda voz:

  • Atended habitantes de Noum, vuestra gula ha secado las aguas de los ríos, y podrido las raíces de las plantas. Sabed que he sido mandado por Elohim-Hesed para que lleve a vuestras almas turbadas un nuevo cántico de felicidad. Dejaré en vuestras manos la semilla de la prosperidad, sembradla en la tierra y amadla con el mismo ardor como habéis amado vuestra ambición. No busquéis los logros sin esfuerzos. Trabajad la tierra y esperad que los frutos maduren a su tiempo.
Y así lo hicieron. El pueblo de Noum volvió a convertirse en un pueblo próspero, pero a partir de ese día, otros muchos pueblos compartirían su mismo secreto.

Fin

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