domingo, 26 de junio de 2016

Cuento para Haheuiah: "La Ley de la Misericordia"


La Justicia era muy rigurosa en la región de Binah. Su lema era: "si violas la ley, por ella serás castigado".

Era bien cierto que muchos respetaban las leyes, pues era tanto el temor que sentían por el peso del castigo que antes de burlarla se lo pensaba dos veces. Sin embargo, no todos compartían ese temor, y Haheuiah era uno de ellos. La ley no le preocupaba lo más mínimo y para demostrarlo se disponía a robar aquella misma noche las arcas reales, como ya había hecho en otras ocasiones.

Bueno es posible que las veces anteriores, en las que había saqueado el palacio, tuviese mejor suerte, pero no sería así en esa nueva ocasión, puesto que fue descubierto y apresado por los guardianes.

Haheuiah no sabía entonces que iba a ser víctima de la rabia y de la furia que el rey Binah tenía acumulada contra él. Había sido burlado varias veces por la astucia de un vulgar ladrón, pero ahora todo era distinto.

Tenía en sus manos la oportunidad de demostrar al pueblo que la letra de la ley no es tan solo papel escrito. Ahora comprobarían su verdadero peso.

No tardó en reunirse un jurado y en celebrarse el juicio, que fue sentenciado en un abrir y cerrar de ojos. Las pruebas eran evidentes. Había violado la ley y debía ser castigado.
  • Este jurado considera por unanimidad que el prisionero llamado Haheuiah es culpable del delito que se le imputa.
  • Siendo así -tomó la palabra el Juez -, el prisionero deberá cumplir la máxima pena: será exiliado de la región de Binah y se trasladará a la Zona Oscura de Gueburah donde deberá permanecer hasta su muerte.
Haheuiah sabía muy bien lo que aquello significaba y a pesar de ello no sintió ira por aquellos que le condenaban.

Reconoció que se merecía ser castigado, ya que él mismo no había puesto límites a sus acciones. No podía hacer nada para cambiar aquel veredicto, pero ¡o que no podía evitar nadie, era que recurriese al Supremo Juez para que él perdonase sus errores.
  • Dios mío, perdona mis culpas y perdona también a los que aquí en la tierra me juzgan. Qué sea tu misericordia la que disuelva nuestras faltas y que podamos quedar libres de ellas.
Aquella imploración obró milagros, puesto que el Juez revocó su veredicto alegando que un nuevo elemento debería introducirse en las leyes, la misericordia.
  • ¿Te arrepientes de lo que has hecho? -preguntó Binah -.
  • Reconozco mis culpas señor juez y solicito ser castigado por ello. -contestó Haheuiah -.
  • Siendo así, serás trasladado a Palacio y trabajarás al servicio del Tesorero Real. Esto os redimirá.
Así fue como la Misericordia, un atributo del amor divino entró a formar parte de la Justicia de los hombres. Aquel día el mal perdió una nueva batalla.

Fin

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