jueves, 14 de julio de 2016

Cuento para Hahahel: "El Sumo Sacerdote"


Las campanas de la alta torre de la iglesia repicaron con tristeza en aquella mañana de frío invierno.

En esta ocasión tenían la desagradable misión de anunciar la pérdida de un ser querido, pero también, con aquel acompasado repique, llamaba a las puertas del cielo donde sería recibido con alegría y regocijo.

Hahamiah, había sido durante 40 años el Sumo Sacerdote del reino de Hoch y no había un solo habitante en él, que no le amase. Su bondad, su humanidad, su sabiduría, había ganado los corazones de todos ellos, y ahora no podían evitar el sentir egoístamente su marcha.

El rey de Hoch se encontraba profundamente conmovido. Hahamiah había sido como un segundo padre y durante toda su vida no había conocido a otro ser mas sabio. Su guía espiritual y sus consejos, le habían permitido reinar durante todos aquellos años en la más esplendorosa paz.

¿Quién sustituiría a Hahamiah? -se preguntaba en aquellos difíciles momentos el rey -.

Muchos eran los aprendices que el sabio tenía a su cargo, pero hasta ahora ninguno de ellos había demostrado su eficacia como sacerdote.

El Monarca temía no encontrar al sustituto adecuado y por ello convocó al Gran Consejo y le expresó su preocupación.
  • Amigos míos, el reino ha quedado sin guía espiritual y como bien sabéis no podemos gobernar si una de las dos columnas del Templo falta. Os he reunido para que me asesoréis sobre qué camino he de tomar. ¿Quién ocupará su lugar? -advirtió el rey -.
  • Compartimos tu preocupación Majestad -dijo uno de los ancianos-, y hemos pensado que entre los aprendices debe haber alguno que pueda sustituir al sabio Hahamiah.
  • Debe, debe... -exclamó el rey enfadado -, no quiero suposiciones, quiero hechos.
  • Pongámosles a prueba -dijo otro de los ancianos-, pidámosles que elaboren un ritual que sea digno para dar sepultura al Maestro Hahamiah. Aquel que mejor lo haga, ese será el que ocupe su lugar.
Así se les comunicó a los cuatro candidatos y éstos se pusieron a trabajar. Al cabo de dos días los trabajos estaban terminados, y se lo expusieron al Consejo de Ancianos precedido por el rey.

El primero de los aspirantes se preocupó de alabar sus grandezas. Glorificó su nombre semejándolo a Dios.

El segundo hizo un cántico poético que con dulzura exaltaba la pureza del Maestro.

El tercero, escribió un largo discurso donde narraba la vida del sabio.

En cambio el cuarto, no había escrito absolutamente nada, pero cuando le preguntaron, dijo:
  • Nuestro corazón está triste porque hemos dicho adiós a un amigo, a un Maestro, pero no olvidemos que también es un hombre, y el alma humana no pertenece a este mundo. Su patria esta más allá de estos confines, allí donde reina la armonía de las esferas creadas por Dios. Por lo tanto elevemos nuestros corazones y pidamos al creador que guíe sus pasos por el Sendero de la Luz, para que pronto pueda fundirse con él.
Aquel aspirante era Hahahel, y con sus palabras ganó la confianza de todos.

A partir de aquel día Hahahel sería el nuevo guía espiritual, y lo hizo tan bien, que no echaron en falta la ausencia de Hahamiah.

Fin

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