Cuando
observamos un esquemas del cuerpo humano en el que se reflejan las
canalizaciones del sistema circulatorio, no podemos evitar el compararlo con el
complicado, y al mismo tiempo, inteligente sistema de redes de carreteras por
donde circula la gran masa de vehículos que habitan diariamente las grandes
arterias de asfalto.
Esa
observación nos acerca si nos lo proponemos a una visión muy singular de la
función espiritual que ejerce el sistema circulatorio. Al igual como ocurre con
esas redes que permiten la circulación de nuestros vehículos, permitiéndonos
trasladarnos con seguridad de un lugar a otro, el sistema circulatorio permite
a la sangre -esencia de vida- que alcance los más recónditos rincones de
nuestro vehículo físico.
El fluido
vital se manifiesta en la sangre, y si no se cuenta con un canal apropiado para
que esa esencia logre alimentar cada uno de los diferentes órganos del cuerpo,
se produciría un desequilibrio en el organismo que desencadenaría en un
caos-enfermedad, en un conflicto, semejante al que se produce en esas
autopistas cuando un obstáculo impide la normal circulación de los vehículos.
Cuando en
nuestras emociones se produce una represión o una alteración provocada por un
exceso de protagonismo mental, el sistema encargado de permitir fluir con
libertad y orden las emociones-sangre, el sistema circulatorio se alterará y
viviremos efectos en él, como el endurecimiento de las venas, los trombos
varicosos (obstáculos).
Los
naturópatas aconsejan beber mucha uva para facilitar la circulación de la
sangre y así evitar los serios problemas que se derivan de los trastornos
circulatorios. Esta fruta tan esencial y curativa, con su jugo esta muy
estrechamente relacionada con el Amor. Precisamente, cuando nuestros
pensamientos se endurecen, se manifiestan sin sensibilidad, sin amor, por lo que
favorece el desequilibrio orgánico somatizado en el sistema circulatorio.
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